Para resguardar el Archivo General de la Nación, el entonces Presidente Benito Juarez confio en campesinos Coahuilenses.
MATAMOROS, COAH.- El tiempo no parece haber transcurrido en El Gatuño, ahora Congregación Hidalgo ejido de esta ciudad. Sus estrechas calles lucen áridas y solitarias como hace más de 150 años, tiempo en el que por primera vez el entonces presidente de la República Mexicana Benito Juárez García, pisó tierras laguneras. Su finalidad, resguardar el Archivo General de la Nación.
Era el año 1864. Los franceses habían invadido parte del país, principalmente en su zona sur, por órdenes de Maximiliano de Habsburgo, quien pretendía establecer su imperio.
Ante el peligro de la ocupación política y administrativa de los invasores, Juárez decide salir de la capital de la República rumbo a la zona norte, no sin antes dejar a salvo a sus once hijos, procreados con Margarita Maza, con quien contrajo nupcias en el año 1843.
Fue en Palacio Nacional, en medio de una solemne ceremonia, y frente al Estado Mayor Presidencial, donde el mandatario fue despedido en punto de las seis de la tarde de un 31 de mayo de 1864.
A bordo de un carruaje negro seguido por once pesadas carretas, Juárez partió llevándose consigo el Archivo General de la Nación, el cual contenía el acta de Independencia. No iba solo, una pequeña comitiva de funcionarios lo acompañaban.
Matías Rodríguez Chihuahua, cronista vitalicio Matamoros, cuenta que, durante su recorrido, Benito Juárez pasa por Querétaro, San Luis Potosí, Monterrey, Saltillo enfilándose hacia la Comarca Lagunera.
El arribo
Tres meses después, justo el 27 de agosto, la comitiva de Juárez se detiene en un ejido llamado La Peña, municipio de Parras, ahora conocido como El Amparo. En el lugar sólo permanece algunas horas para luego partir rumbo a Viesca.
Según relata Rodríguez Chihuahua, en esta comunidad, Benito Juárez encontró seguridad para establecer por unos días su gobierno y ahí despachar algunos asuntos administrativos pendientes que la caminata no le permitía realizar.
Acantonado en una hacienda llamada Santa Ana de los Hornos, el gobernante escuchaba los problemas que los campesinos le externaban particularmente de un grupo de rancheros provenientes de varios ejidos como El Gatuño, El Huarache, La Soledad y del propio Matamoros.
Éstos conformaban un grupo de oposición a los intentos de despojo del lugar que estaban ocupando. Esta disputa la tenían con el dueño de toda la Comarca Lagunera, el español Leonardo Zuloaga.
El lagunero Jesús González Herrera, era quien representaba a este grupo de revolucionarios, en el cual se encontraban dos bandidos, Vicente y Timoteo Ramírez, quienes se ganaban la vida robando tabaco para después venderlo.
Con rapidez, esos rebeldes se ganaron la confianza de Juárez, tanto que les confió el Archivo General de la Nación. En Viesca, Juárez expide un decreto dirigido a quienes se decían dueños de La Laguna: que los campesinos, colonos de la antigua Vega de Marrufo, después rancho de Matamoros, serían dueños de las tierras que ocupaban, se les respetaría toda un área aproximadamente de 11 sitios de ganado mayor, o bien, poco más de mil kilómetros cuadrados, actual superficie de Matamoros.
Una semana más tarde el presidente Juárez se dirige hacia dicha ciudad escoltado por el grupo de campesinos.
Un escondite
Estos conocedores de todo el territorio lagunero, le sugirieron resguardar tan importantes documentos en El Arroyo del Jabalí.
Pero la temporada para que permanecieran en este lugar por bastante tiempo, no era la adecuada, ya que en los meses de agosto y septiembre se registraban torrenciales lluvias.
Por ello, en el silencio de la noche, Juan de la Cruz Borrego ayudado del coronel Orduña y de los ciudadanos Marín Ortiz, Jerónimo Azalde, Miguel y Diego de los Santos, Vicente y Timoteo Ramírez, Epigmenio y Rafael Reyes, Julián Argumedo y Mateo Guillén, vecinos todos del rancho de la Soledad, con sus propias manos excavaron el suelo de la gruta y en sus hombros condujeron todos los cajones que contenían el archivo, hacia la llamada Cueva del Tabaco.
De acuerdo con varias publicaciones de la localidad de principios del siglo XX, las cuales ahora se exhiben en el museo ubicado en el ejido de Congregación Hidalgo, cuentan que la experiencia delictiva de los hermanos Ramírez, fue la que los guió hacia dicho lugar.
Una vez en el lugar, Jesús González Herrera le dijo a Juárez, “nosotros nos encargamos del paquete, “yo tengo la solución, cuento con un grupo de personas que defenderán esos documentos si es posible hasta con su propia vida”.
Confiado y tranquilo, el presidente de la República, permanece cerca de dos días y luego parte hacia el municipio de Mapimí en el estado de Durango.
El silencio
Marcelino Ramírez Acosta, descendiente de los hermanos Timoteo y Vicente, platica que mientras los rebeldes que cuidaban los intereses de la Nación, un hombre a diario llevaba sobre un burro comida para todos y cada uno de ellos.
Él recuerda que su padre, nieto de uno de los hermanos, le contó que en una ocasión una tropa de franceses lo detuvo. “Jamás se puso nervioso, de lo contrario le podía costar la vida”. Los soldados le preguntaron hacia dónde se dirigía, éste de inmediato les respondió que hacia su hogar, en La Soledad, propiedad de Juan de la Cruz Borrego, también defensor de las ideas de Juárez. Los invasores le creyeron por lo que de inmediato se marcharon. Una vez que éstos se alejaron, aquel campesino entró a la cueva, la cual se encontraba escondida de tras de un gran arbusto, y repartió su ración de comida a cada uno de los rebeldes. La búsqueda de los franceses continuó.
Matías Rodríguez Chihuahua narra que, como intimidación, los invasores de la República prendieron fuego en tres ocasiones a los hogares de varios matamorenses sin importarles que mujeres embarazadas y niños se encontraran en su interior. Pero ni con esas atrocidades obtuvieron información alguna sobre el paradero de los documentos que estaban escondidos en el interior de la Cueva del Tabaco.
Porfirio Rodríguez Galván, catedrático matamorense, platica que un individuo de nombre Toribio Regalado, capataz de La Soledad, se unió a los franceses convirtiéndose en un delatador. Éste les proporcionaba nombres y ubicaciones, por ello, varios de los seguidores del general González Herrera y Juan de la Cruz Borrego, fueron torturados a través de crueles prácticas como lo era el rebanarles parte de la planta de sus pies para después hacerlos caminar sobre lumbre, pero ni la más cruel de las torturas los hizo revelar el escondite del Archivo General de la Nación.
El regreso
Tales documentos permanecieron dentro de la Cueva del Tabaco y bajo la custodia de un grupo de matamorenses desde el mes de septiembre de 1864 hasta el mes de junio de 1867.
Una vez que viene la rendición por parte del ejército de Maximiliano de Habsburgo, la cual se da el 15 de mayo de 1867, el presidente Juárez empieza a restaurar el orden del Gobierno de la República.
Luego de todo un consejo de guerra y gestoría para determinar qué es lo que iba a pasar con el emperador francés, a pesar de la intervención de la emperatriz Carlota de Habsburgo, se determina el fusilamiento de éste junto con varios mexicanos, quienes eran considerados como traidores, tal es el caso de Miguel Miramón y Tomás Mejía.
Es así que en el Cerro de las Campanas en el mes de julio del año de 1867 se lleva a cabo su fusilamiento.
Su legado .
Cristóbal Díaz, quien se encontraba dentro de la reducida comitiva que acompañó al presidente durante su partida hacia el norte del país, permaneció cerca de un año y medio en tierras matamorenses, luego de la partida hacia otros estados del país de Juárez, quien luego de más de 100 años y gracias a sus logros, es llamado por el Congreso de Colombia como “El Benemérito de las Américas”.
Durante la estancia de Díaz en La Laguna, por órdenes del mandatario, estableció la escuela elemental, la cual se encargaría de la educación de la niñez. Razón por la que fue fusilado el 10 de 1866.
Ahora, a pesar de la lucha que sostuvo Juárez y los mismos matamorenses por defender sus ideales y aún más sus tierras, éstas se encuentran olvidadas de toda autoridad, ya que Congregación Hidalgo así como el mismo municipio de Viesca, son considerados como una de las zonas más pobres de la región.