José Sergio Barrales Domínguez*
En la 37 asamblea general ordinaria de la ANUIES los candidatos a la Presidencia de la República expusieron sus compromisos con la educación. Ahí, Felipe Calderón Hinojosa despertó confianza en algunos rectores al decir que educación, ciencia y tecnología serían prioridad para su gobierno. Aseguró que aumentaría en 35 por ciento la cobertura en educación superior (ES) (ANUIES propone 5%), aumentando el presupuesto anual en 0.05% del PIB.
Ahora, la propuesta de presupuesto renueva el gran defecto de los políticos que saben que su existencia depende del voto ciudadano y por ello mienten para obtenerlo. El problema de fondo es la falta de credibilidad cuando se ejerce la mentira como método político y parece que no llegará el día en que se hable con franqueza, con verdad, con sinceridad. Si el recorte de presupuesto hoy anunciado para ES se hubiese planteado, no habría hoy sorpresas e inclusive habría corresponsabilidad ciudadana. Pero no, se dice una cosa pensando en hacer lo contrario. Ahora hay indignación porque se vuelve a plantear la lucha entre educación pública y privada, a la que erróneamente identifican como sinónimo de calidad indiscutible. Habrá que preguntarse si un egresado de institución privada que miente y se jacta del recorte presupuestal a la UNAM fue educado o simplemente cumplió con un programa académico. La ausencia de valores en este tipo de universitario es lo que deberá discutirse para entender en manos de quién podría estar el destino de México.
La perversidad manifiesta en el recorte diferencial de presupuesto entre niveles educativos es otro de los errores conceptuales que deben ser enmendados. Retirar presupuesto en educación primaria o al nivel superior para destinarlos a la educación media superior u otro, denota una ignorancia de lo que significa la educación como un sistema. Es necesario tener en las instancias de decisión política a personas que entiendan que el impulso a la educación parte del principio básico de otorgar recursos económicos suficientes a todos sus niveles. No hace falta un nivel académico de excelencia o egresar de una institución con calidad educativa para entender que un descuido en la educación básica tendrá impactos negativos sobre el resto de los niveles educativos.
El ataque a la educación pública basado en la comparación con la privada dentro de un esquema de lucha de clases, es un error recurrente en México porque cada una tiene su ámbito de acción y objetos de estudio propios. Mientras que en muchas instituciones privadas se privilegia la posición social basada en la posesión de dinero, en donde a veces no importa el método para lograrlo, en la educación pública se busca, aunque no siempre se logra, formar a los individuos con compromiso social para que su desempeño redunde en un beneficio social. La educación crítica, humanista, defensora de los valores culturales e identidad nacional, nunca perderá su vigencia. Por ello, debiera ser adoptada en la educación privada a sabiendas de que no es negocio.
En la calidad educativa basada en indicadores académicos las universidades públicas han respondido con creces, refutando así el falso concepto de que éstas son sinónimo de anacronismo y bajo nivel académico. En la Universidad Autónoma Chapingo (UACh), institución educativa comprometida con el desarrollo del campo mexicano, se decidió aceptar las evaluaciones externas para demostrar a la sociedad su alto nivel académico, logrando en dos años acreditar 10 de 21 programas académicos de licenciatura y colocar 15 programas de posgrado, de 16 posibles, en el Padrón Nacional de Posgrado (PNP). Ha sido una institución incluyente que tiene 17 por ciento de estudiantes indígenas que se reconocen como tales, quienes representan a 33 etnias. En el plano social se realizan proyectos de investigación, extensión, difusión de la cultura y conservación de recursos naturales, en coordinación con instituciones gubernamentales, no gubernamentales y organizaciones de productores privadas que buscan el desarrollo rural sustentable.
Si bien la UACh nunca se ha cerrado para atender al sector agroempresarial social y privado, a veces se sugiere vincular a la UACh sólo con el sector productivo fuerte económicamente, lo que implica olvidarse de los más pobres, con el argumento de que su destino está en el campo agrícola de Estados Unidos o en una cruz sin nombre en la frontera norte de nuestro país. No es fácil renunciar al compromiso de incidir en el desarrollo rural con justicia social, de beneficio común y conservación de los recursos naturales y culturales. Por lo anterior, como cualquier universidad que reciba un presupuesto igual al ejercido en 2006, es sufrir una reducción del 4% debida a la inflación, lo que cancela de inicio cualquier intento de crecimiento y desarrollo en nuestra institución. Por lo pronto, hacemos escuchar nuestra voz para decir que el desarrollo de nuestro país no se logra afectando a las actividades sustantivas que lo sustentan, como la educación, el deporte, la cultura, la ciencia y la tecnología.
*Rector de la Universidad Autónoma Chapingo