Antonio Gershenson
Los recortes presupuestales son la primera arma que ha sido empleada por la derecha contra la cultura y contra la educación pública. En la parte final de la campaña electoral federal circuló por Internet una exigencia, firmada por personas que se presentaban a sí mismas como jóvenes colaboradores de Calderón.
Lo que planteaban era el cierre de las universidades públicas. Según ellos, éstas eran muy caras y de muy bajo rendimiento. "Reconocían" que en ellas había estudiantes capaces, y planteaban que a éstos se les dieran becas en universidades privadas.
Obviamente, en las actuales condiciones no es viable semejante barbaridad. Entonces, el gobierno federal, pese a su falta de legitimidad, envía recortes presupuestales contra la cultura y contra la educación, en este último caso afectando en especial a instituciones públicas de educación superior.
No es novedoso el que la derecha sea enemiga de la cultura y de la educación pública. ¿Quién era ese jefe nazi que dijo que cuando oía la palabra "cultura" se llevaba la mano a la cacha de su pistola? ¿Y acaso el franquismo español no devolvió la educación al clero católico? La fuga de los principales representantes de la cultura y del pensamiento humano, en general, que no fueron asesinados por el franquismo, nos benefició, en la persona de muchos que emigraron a nuestro país.
Nuestro país jugó un papel de vanguardia cuando Juárez y los liberales impulsaron la Reforma, la de a de veras y no las contrarreformas que pregona la derecha. Entre sus conquistas está la educación laica. Esta conquista se ha ido extendiendo a otros países. La educación pública, en general, es para nosotros una conquista constitucional ya muy arraigada. Y la promoción de la cultura en amplios sectores no está desligada de la educación superior pública: auditorios con fines culturales, centros de cultura, como el que acaba de empezar a construir la UNAM en Tlatelolco, y otros casos, son ejemplos elocuentes. Y también es elocuente que las universidades privadas no hagan este tipo de inversiones. Van sólo a la capacitación de los estudiantes con fines específicos relacionados con la carrera de que se trata. Y su orientación es congruente con quienes las fundaron y con quienes las apoyan en lo económico, como complemento de las elevadas colegiaturas que cobran.
En los centros educativos y culturales esta actitud de la derecha no era ignorada, ni lo es. El hecho fue que, cuando se hicieron encuestas en centros de enseñanza superior e investigación, durante el periodo prelectoral, los resultados fueron mucho más favorables a López Obrador, y mucho más desfavorables a la derecha, que los de las encuestas de cobertura general.
La derecha lanza acusaciones contra instituciones como la UNAM, mientras que en el plano internacional se califica a esta institución como la mejor entre los países de América Latina más España y Portugal. Tal vez nunca se han parado en esa universidad. Menos aún deben haber asistido a actos culturales en instalaciones de la misma.
La Universidad Autónoma de la Ciudad de México no ha sido tijereteada en su presupuesto. Al contrario, tiene garantizado ese presupuesto por ley. Esto es un ejemplo de lo que sucede en una ciudad gobernada por la izquierda. Es una muestra de que las agresiones de la derecha contra la educación y la cultura no son algo obligado, es simplemente el reflejo del carácter de la derecha, en general y en especial en nuestro país.
Todos debemos combatir esa ofensiva de la derecha, que al mismo tiempo es una ofensiva de la barbarie. Es el intento, condenado al fracaso, de regresar a tiempos anteriores a los de la Reforma. El dinero del Fobaproa para los banqueros, el dinero para enriquecer más a los ya multimillonarios, ese no se quiere tocar. Pero sí se agrede presupuestalmente a la cultura y a la educación. Esto es lo que no debemos permitir.